La absenta, al igual que la Chartreuse, es uno de los más famosos licores de hierbas de Francia. En la absenta predomina el ajenjo, las flores del hinojo y el anís; aunque se emplean muchos más ingredientes para su elaboración. El origen de la absenta es un tanto incierto, pero lo más seguro es que esté ligado a algún convento o monasterio, los especialista de la destilación siglos atrás.
La época dorada de la absenta fue en la Francia de finales del siglo XIX, donde estuvo muy ligada a los artistas y bohemios de la época. Su consumo excesivo, y alguna que otra leyenda urbana, condujo a su prohibición a comienzos del siglo XX.
Y es que mientras en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX se tomaba el té a las cinco, en Francia daba comienzo la “hora verde”, o la hora del “ritual de la absenta”: donde se prepara un vaso especial con una onza de absenta, sobre el que se coloca una cuchara especial y sobre ésta un terrón de azúcar que se irá diluyendo a medida que vayamos sirviendo el agua fría con la que diluimos la absenta en una proporcion de 1/3 o 1/5. El resulta final se denomina louché (turbio), dado su color pálido y opaco, similar al pastis.
A continuación se degusta de un trago, pero inevitablemente su altísimo nivel alcohólico, que puede llegar a alcanzar los 90º de volumen, afectan de manera directa al cerebro, provocando según algunos: alucinaciones, demencia momentánea o parálisis corporal. Quizás provoque dichos efectos, y quizás no, en cualquier caso hoy en día basta pasarse a altas horas de la madrugada por un botellón para comprobar los efectos de una intoxicación etílica…
En el mundo de la coctelería se emplea poco, pero está por ejemplo el peculiar Monkey Gland o Glande de Mono que lleva un chorrito de absenta.